Artículos periodísticos

Fuerte aumento de la exportación de carne

por Juan Alemann
Martes 17 de junio de 1997
La Razón

De acuerdo a la proyección de la Secretaría de Agricultura, Pesca y Alimentación, las exportaciones de carne vacuna aumentarán de 467.000 toneladas en 1996 a 550.000 t en 1997 (un 18%), a 650.000 t en 1998, 740.000 t en 1999 y 800.000 t en el año 2000. Se supone, además, que el precio promedio por tonelada exportada aumentará, porque tendremos acceso a mercados que pagan mayores precios, como el de los EE.UU., y en alguna pequeña medida parte también por exportar carne troceada y preparada para su venta en supermercados. O sea que si en 4 años se espera un aumento del 71,3% en el tonelaje, será seguramente mucho más del 100% en valores.

La Argentina acaba de ser declarada oficialmente "país libre de aftosa'' por el organismo internacional encargado de controlar las enfermedades endémicas animales. La Argentina se clasifica con el aditamento "con vacunación'', lo que implica que hay que seguir vacunando. Sólo después de algún tiempo más se clasifica al país como "libre de aftosa sin vacunación''. A los efectos del comercio exterior, una cosa es hoy igual a la otra, ya que el acuerdo de Marrakesh, con el cual a fines de 1994 concluyó la larga "rueda Uruguay'' del GATT, determinó que no se permite aplicar restricciones de importación basadas en motivaciones sanitarias a países libres de aftosa con vacunación.

Las adversas condiciones del pasado

La importación de carne argentina estuvo prohibida en los EE.UU. desde hace más de 60 años por la aftosa. Muchos países, en especial asiáticos, aplicaron luego la misma restricción que los EE.UU. En 1962 se logró una mínima apertura del mercado norteamericano, permitiéndose la importación de carne cocida. Si bien el punto de cocción era más que suficiente para garantizar la ausencia de virus aftósico, las autoridades norteamericanas tardaron en permitir esa importación. En realidad, sólo la autorizaron cuando la Argentina envió barcos al Caribe con motivo de la crisis de los misiles con Cuba. Retribuyeron entonces el gesto de solidaridad política. Porque, en los hechos, fue un gesto y nada más.

Europa, a su vez, implementó en la posguerra un acentuado proteccionismo para su ganadería vacuna, con un diabólico sistema de aranceles móviles en función del precio (a menor precio de importación, mayor arancel), inventado por el holandés Sicco Mansholt, que frenó las importaciones, que quedaron reducidas a cantidades menores y a un cupo especial de carnes de calidad, llamado "cuota Hilton'', porque estaba destinado a los hoteles internacionales. Seguramente, los franceses hubieran preferido que se llamara "cuota Mediterrané'' o algo así. Al mismo tiempo, los precios internos europeos fueron fijados en un nivel tan alto, que ello promovió una expansión de la producción de carne, la cual fue acumulada en stocks congelados y también exportada con subsidios irracionalmente elevados. El subsidio simplemente era el que fuese necesario para desplazar a la Argentina en terceros mercados.

Las nuevas condiciones

En esas condiciones, la exportación de carne se transformó para la Argentina en un negocio difícil, con precios deprimidos. Esto ha cambiado precisamente a partir del acuerdo de Marrakesh, y se hará sentir en los próximos años. Los países que subsidiaban sus exportaciones de carne se han comprometido a reducir sustancialmente, pero en forma escalonada, esos subsidios. Al mismo tiempo, el precio de la carne ha sido fijado en un nivel menos atractivo en la Unión Europea, el principal subsidiador agrícola del mundo, de modo que la producción bajó. Sucede en Europa también otra cosa, no menos importante: con el envejecimiento de la población, la alta desocupación y la mayor prioridad que se confiere a las necesidades sociales, se requieren más fondos públicos para estos fines; y como la capacidad contributiva ya está excedida, la reducción de los subsidios agrícolas es inevitable.

Los EE.UU. han comprometido en el acuerdo de Marrakesh una cuota anual de importación de carne fresca (congelada o enfriada) argentina de 20.000 t. El trámite burocrático que precede a la decisión estaría concluido. Al parecer Clinton quiere anunciar esto antes de venir a la Argentina, pero evitando que las formalidades burocráticas traben luego las importaciones. Como Australia, que tiene un cupo superior a las 200.000 t anuales no lo cumple, la Argentina puede solicitar (y obtener) en años posteriores un aumento importante del cupo.

Algunos países asiáticos ya han levantado la prohibición de importación de carne fresca argentina. Otros, entre los que está en primer término Japón, aún no. También en esto los japoneses son particularmente difíciles. Prefieren importar carne de los EE.UU. como contrapartida a que no se impongan allí restricciones a sus exportaciones de automóviles. Pero éste es un argumento comercial que no es válido conforme a las reglas que rigen el comercio internacional. La Argentina puede denunciar al Japón ante la Organización Mundial de Comercio (OMC, que sustituye al GATT), y seguramente deberá hacerlo. La otra solución consiste en adoptar medidas de "retorsión'', o sea, trabas a la importación de productos japoneses.

Sin duda, las perspectivas de exportación son óptimas. El secretario Felipe Solá reveló días pasados que se estaría por enviar al Congreso un proyecto de ley para la creación de un organismo mixto para el fomento de la exportación de carne argentina en el exterior, financiado con un aporte de un peso por cabeza de ganado faenada. Seguramente, la carne argentina se venderá en más cantidad y a mejor precio, si los consumidores europeos, americanos y asiáticos toman conciencia de que se trata de carnes magras, producidas sin hormonas ni métodos que deterioran su calidad y la hacen peligrosa para la salud humana. Nuestra carne vacuna simplemente es la mejor del mundo. Pero mucha gente no lo sabe.

El efecto interno

Pero este aumento de la exportación de carne plantea un problema. Actualmente la producción apenas alcanza para cubrir la exportación al nivel actual más un consumo interno mucho más bajo que en otras épocas. Entre mediados de 1995 y 1996 las existencias de ganado vacuno bajaron en 2,3 millones de cabezas, de 52,6 a 50,3 millones, y se supone que hasta mediados de 1997 se habrá producido una nueva baja, como consecuencia de la formidable expansión del cultivo de cereales y oleaginosas. En estas condiciones, si aumenta la demanda, como consecuencia de una mayor exportación, tendría inicialmente un efecto perverso sobre la oferta: habría retención de vientres y menor oferta. Con esto se potencia el aumento de precios, lo que depende de la elasticidad de la demanda, o sea de la disposición de los consumidores de reemplazar la carne vacuna por otros alimentos: carne porcina, aves, pizza, pescado, o bien pastas y guisos que "estiran'' la carne.

En el pasado, los aumentos de precios bruscos de la carne ocasionaron una y otra vez un dolor de cabeza a los gobernantes, por su efecto sobre los índices de precios. La carne tiene un efecto directo y también uno de arrastre sobre otros alimentos. Las costumbres alimentarias de la población argentina han cambiado últimamente; se come menos carne vacuna (a pesar de un precio bajo en la comparación histórica) por razones de salud, por mayor oferta de otros alimentos y por cambio en los hábitos alimentarios. Pero, por las dudas, convendría elaborar ahora una estrategia para el momento en que las exportaciones aumenten en la forma esperada, y el precio interno suba. Por una parte se trata de asegurar e incentivar la sustitución, y por el otro de promover la tecnología de aumento de producción con las existencias de ganado actuales: hay margen para disminuir la mortandad, aumentar la tasa de parición y la velocidad de engorde.

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