26 de setiembre de 1997 Clarín Digital
El precio de la tierra alcanzó el valor más alto de la historia. Se duplicó en un par de años . Hay una gran demanda de los empresarios que vendieron sus negocios. También hay una corriente de inversores del exterior
.BUENA COSECHA. Los inversores confían en la competitividad de las pampas. Desde enero, los campos subieron entre un 30 y un 70% y alcanzaron los valores más altos de la historia. Los que están en plena trepada son los campos ganaderos, que no paran de subir desde que, en mayo, se declaró a la Argentina libre de aftosa.
En la crema de la zona maicera, donde están las tierras de mayor calidad, una hectárea se cotiza ahora a 4.500 dólares. El doble que hace dos años y tres veces más que en 1987, cuando se tocó el piso. En Rojas (provincia de Buenos Aires) y en Casilda (sur de Santa Fe) hubo operaciones puntuales en las que se superó la barrera de los 5.000 dólares. Pero parecen haber alcanzado el techo.
En la cuenca del Río Salado, en el centro-este de la provincia de Buenos Aires, los campos que sólo tienen aptitud para la cría de ganado cuestan ahora 600 dólares. A principios de año era difícil encontrar comprador a 350. Y en 1987 estaban a 200 dólares la hectárea.
Entre ambas situaciones se encuentran los campos de invernada del oeste de la provincia de Buenos Aires, este de La Pampa y sudeste de Córdoba y los trigueros del sur bonaerense. En ambas zonas los precios se mantienen en 1.750-1.800 dólares desde abril.
Pero el boom no se limita a la Pampa Húmeda. Este "revival" de la pasión por la tierra, que remeda la epopeya de las pampas un siglo atrás, se extiende por todo el país. Los actores: empresarios a los que les va bien en sus negocios (entre ellos, los propios agropecuarios), los que vendieron sus empresas industriales, comerciales o financieras e inversores del exterior. No faltan políticos y gremialistas exitosos.
La acumulación de tantos "factores de demanda" arrasa con toda la oferta. Se venden campos de todos los tamaños. Hay una fuerte corriente de compras de pequeños campos (inversiones de 300 a 500 mil dólares) en un radio de 150 kilómetros de Buenos Aires. Muchos quieren combinar la idea del campo de fin de semana con una explotación que pague los gastos. La niña mimada es el tambo, con precios de la leche muy atractivos.
Adolfo Grobocopatel, de Carlos Casares, viene creciendo desde su actividad de productor y comerciante en granos ("Los Grobo Agropecuaria", en sociedad con sus hijos). En distintas combinaciones sembró el año pasado más de 80.000 hectáreas en campos alquilados. Tenía unas 14.000 propias. La semana pasada cerró trato por otras 3.700. Es un ejemplo de los agropecuarios a los que les va bien.
Entre los empresarios que se volcaron al campo está Jorge Blanco Villegas, ex titular de la Unión Industrial Argentina. Tras su breve incursión en las finanzas (compró y luego vendió el Banco Comercial de Tandil al ahora suspendido Banco de Crédito Provincial) invirtió más de 25 millones de dólares en tierras. Asociado con Carlos Reyes Terrabusi (uno de los herederos de la venta de Terrabusi a Nabisco) se dedica también a sembrar en campos alquilados. Entre los dos, el año pasado, se compraron buena parte de la liquidación de la cabaña San Juan de Pereyra Iraola, la más tradicional de la Argentina.
Alberto Guil le vendió Supermercados Norte al Exxel Group y está poniendo plata en el campo. Sabe mucho de carne y está armando en Azul un sistema de engorde de ganado pensando en las necesidades de los súper.
Ya es conocido el raid de Cresud. No lo es tanto Agro-Invest, una empresa que canaliza capitales europeos hacia el agro argentino. Revisan, compran y administran campos y en su expansión ya tienen bajo su batuta establecimientos de inversores argentinos. Manejan 34.000 hectáreas en Salta, Santiago del Estero y la Pampa Húmeda y quieren seguir comprando.
Hasta Stallone se contagió la fiebre. Pero para invertir en tierras en la Argentina no hace falta ser Rambo.
ANALISIS
Se dio vuelta la taba
Por HECTOR A. HUERGO, de la Redacción de Clarín
"A stampede on the pampas" (Una estampida en las pampas) acaba de titular el Business Week una nota sobre el fenómeno que se vive en la Argentina agropecuaria. Destaca las inversiones de George Soros, Benetton, Cargill, Agro-Invest, Perez Companc y Eduardo Eurnekian. Unos comprando campos, otros instalando nuevas "crushing operations" (molienda de oleaginosas) o plantas de fertilizantes, todos forman parte de una cadena de valor que se expande a toda marcha.
Durante años, el campo había estado sometido al corsé de las retenciones a la exportación, un mecanismo que cumplía dos funciones: financiar al sector público y mantener bajo el precio de los alimentos. Si a ello se sumaba el alto costo relativo de los insumos y equipos de última generación (fertilizantes, agroquímicos, maquinaria), la Argentina quedaba afuera de la revolución tecnológica. La consecuencia fue que el campo dejó de crecer. Y perdió su atractivo para los inversores.
La eliminación de las retenciones, en 1991, dio vuelta la taba. En poco tiempo se puso a punto un nuevo paquete tecnológico que permitió regenerar la rentabilidad. Se vacunó masivamente y se erradicó la aftosa. De pronto el campo volvió a ser competitivo y nuevamente convoca inversores.
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